Son unos nike. El modelo que salió el año pasado. Ninguno de ellos se podría dar el lujo de comprárselos, por eso la única posibilidad que les queda, si es que quieren tener unos así algún día, es robarlos. Y justamente eso es lo que están haciendo. Los zapatos serán talla cuarenta y uno, cuarenta y dos a lo máximo. Rápidamente los desatan, mientras uno o dos de ellos filman con su teléfono celular. Las armas colgadas al hombro. El grupo de hombres alrededor del cadáver recuerdan a un grupo de zopilotes o hienas o cualquier otro animal carroñero. Si ya le van a robar los zapatos al muerto, ¿por qué no robarle más? Comienzan a esculcar el cuerpo hinchado sin ningún asco, le vacían los bolsillos, le sacan la billetera, le quitan la chamarra. Se toman selfies dónde muestran la billetera abierta del pobre hombre. No se sabe quién fue, ellos conocen el nombre (este puede ser árabe, ucraniano, ruso, con los sucesos actuales hay mucho material de dónde escoger), pero no se sabe, a ciencia cierta, quién fue ese hombre que yace en el lodo con un balazo en el estómago y otro en la sien. ¿Qué hizo? ¿Quién fue en vida? ¿Qué lo caracterizó mientras vivió? Ahora solo lo caracterizan sus tenis nike que, dicho sea de paso, provocarán rencillas entre los zopilotes. La billetera tiene una foto donde el hombre posa con una mujer, abrazándola, y rodeados de tres niños, un varoncito de aproximadamente dos años y dos niñas, cuatro y siete años, quizás.
Esa foto será ultrajada una y otra vez al ser publicada una y otra vez en facebook. “Aquí de compras.” “Igual, si ya no la necesita.” “konsigiendo nuebas kozaz.” El trofeo presentado por cada uno de los hombres de aquel grupo a través de selfies que no se tardarán en subir a internet.
Después del armonioso saqueo y del alarde en internet, vendrán las rencillas para decidir quién se queda con que parte del botín. Para su mala suerte, cuatro hombres calzan talla cuarenta y uno y todos desean lucir unos tenis nike, para presumirlos en las calles llenas de escombros de aquella ciudad destruida por el conflicto bélico.
Uno de esos hombres, el menos elocuente, no se sabrá ayudar en su argumentación de por qué él se merece los nike y comenzará a soltar puñetazos a cuantos pueda. Los demás, los patas grandes verán divertidos como sus compañeros de lucha se enfrascan en una batalla campal. El premio mayor: unos tenis nike robados de un muerto.
Sacarán sus teléfonos celulares de nueva cuenta para videograbar tan entretenida pelea.
Hoy en día, eso todos lo sabemos, si no hay imágenes que demuestren los sucesos, estos prácticamente no sucedieron.
Se observa un campo algo abierto a las afueras de la ciudad (del lado derecho del cuadro, a unos quinientos metros comienzan los derruidos edificios), el camarógrafo, intentando mantener centrados a los protagonistas de la pelea, maneja el zoom de manera brusca, achica y agranda la perspectiva intentando mantener a todo el grupo de rijosos en cuadro. El que comenzó la pelea está ahora en el suelo, los demás alrededor suyo propinándole de patadas. El camarógrafo abre la toma lo más que le permite su teléfono, únicamente por eso se puede observar la estela proveniente de un edificio a las afueras de la ciudad. El objeto se acerca rápidamente, directamente. Los nike importan un carajo. El objeto hace contacto, una bola amarilla de fuego se percibe y después nada.
En twitter, una adolescente que, se puede decir pertenece al bando contrario, sube fotos una y otra vez, en bikini, en ropa de fiesta, mostrando escote y mandando besos. “Ojalá y mueran todas esas bestias malditas que han robando y profanando a nuestros difuntos. ¡Qué mueran! Los odio a todos” Cabello castaño, bikini azul, gran escote, mandando un beso a la cámara. No me fijé en el color de ojos.