30.9.10

Pequeña confesión

“Aquel que construye la casa de la felicidad futura, edifica la cárcel del presente.”
Esa cita la leí por primera vez cuando tenía dieciocho o diecinueve años. Estaba leyendo El laberinto de la soledad de Octavio Paz y en Postadata descubrí esa frase que me marcó en cierta forma. En ella se lee entre líneas que uno debe de vivir el momento presente a plenitud y debe de disfrutarlo de forma consciente. También significa que uno debe de empezar a labrar su camino desde hoy mismo y no esperarse para mañana, ya que si uno se empeña en concentrarse en lo que hará en un futuro, su presente será miserable, porque uno tiene que entender que el futuro nunca llega y si es que llega uno no se da cuenta de ello. Durante mucho tiempo pensaba que tenía que aplicar esa frase como modo de vida. Sin embargo cierto tiempo después, sentía que únicamente utilizaba esa cita como estandarte (hasta la usaba como firma en mis correos electrónicos), pero que en verdad esperaba la llegada de un futuro mejor, donde de una u otra forma pudiera explotar mis capacidades como persona, incluyendo mi capacidad de ser feliz y ser consciente de ello.

Todos son procesos, un paso tras otro paso. Si uno se acelera mucho puede acabar en el suelo. El tiempo ha pasado y por una razón u otra ya no aparece la cita cuando mando mis correos. Pero por ningún motivo la he olvidado.
Hoy por hoy después de logros y descalabros, después de mucho avanzar y madurar, tengo la certeza de que el futuro que en algún momento esperé, está aquí.
Y por lo tanto, la cita que habla de disfrutar el presente, la puedo aplicar al pie de la letra.

28.9.10

Monstruo

Inocente criatura.
Se despertó dando un grito. Tenía la frente sudorosa, las manos temblorosas, estaba a una nada de estallar en llanto.
¿Qué habrá visto? ¿Qué habrá escuchado? Se me quedó mirando, negando a moverse tan siquiera un milímetro, quieto como una estatua... temblorosa. Me pareció verle una lágrima resbalar por su mejilla. Me dio ternura, tan indefensa la criatura, completamente desamparada, víctima de su vivaracha imaginación.
¿Qué será la causa de su pesadilla? ¿Los libros que le lee su madre antes de dormir? Tantas historias llenas de lobos, duendes, hadas y demás.
¿O será por ver demasiada televisión? Todas esas series animadas, mal dibujadas donde aparecen cualquier cantidad de bichos raros, animales parlanchines, magos e infantes que se niegan a crecer.
La idea que alguna de esas cosas pueda ser la causa me roba un resoplo.
Ahora sí llora. Estalló en llanto, pareciera que el espanto se le juntó en demasía a tal punto de ya no poderse contener.
Inocente criatura, su imaginación le causa estragos, la imaginación que en unos años perderá. Le dejará de prestar importancia, la dejará de usar y con el tiempo se le paralizará.
Ha entrado su madre a la habitación, le pregunta:
– ¿Qué pasa corazón? ¿Qué tienes?
– ¡Un monstruo, en el ropero hay un monstruo! – exclama mientras se aferra a ella, ahora dejando fluir el llanto con mayor razón, pues se encuentra en la seguridad del regazo de la madre.
– Ay hijo, ya hemos hablado mucho al respecto.– dice mientras le acaricia la cabeza; la cara escondida en el regazo – No hay ningún monstruo en ninguna parte de tu recámara, ni debajo de tu cama, ni en el ropero y tampoco se asoma por la ventana cuando estás durmiendo.
– Pero si sí está, lo acabo de ver – dice deseando que le crean – tiene ojos rojos y colmillos grandes grandes, muchos colmillos y es como un perro nada más que es más grande y no tiene cola y camina como persona y las patas de adelante parecen manos peludas y es de color gris y llora como perro. ¡Créeme mami!
La madre lo mira con ternura le acaricia la frente, sonríe, desea que su hijo nunca pierda esa imaginación.
– Voy a quedarme contigo hasta que te quedes dormido y para que estés tranquilo mi amor. – le acaricia la cabeza y el niño bajo el resguardo de la madre y arrullado por su propio llanto se queda pronto dormido.
La madre se levanta del lecho de su hijo, se le queda mirando largo rato, simplemente admirando el sueño de su pequeño y sale de la habitación.

Todo lo he visto desde la puerta entreabierta del ropero. Volví a escapar por la ventana, aullando, pues lo había vuelto a ver reflejado: El fulgor de mis ojos rojos.

20.9.10

Que algo suceda

Lo mismo de todos los lunes. Sentarse en esa incómoda mesa a esperar. Y a desear. En ocasiones también soñar. Pero de vez en cuando a quedarse dormido. Dormitar un poco no le cae mal a nadie y más si no hay nada mejor que hacer. ¿Cuánto tiempo tiene uno que quedarse en esa mesa? Sentado como un inútil sin hacer nada de provecho, esperando. ¿Esperando qué? Eso no se pregunta, eso no se dice, eso no lo sé.
Que algo suceda, sí, eso espero. Que algo suceda.
Como cada lunes aquí estoy esperando y me dan ganas de levantarme, salir, tirar la maldita mesa, ir al aire libre y hacer algo de provecho, disfrutar del sol, tirarme al pasto, pero apenas es lunes, después de mis ocho horas tengo que ir a casa a descansar para mañana estar de nuevo aquí, esperando...que algo suceda.
Y así se pasan las semanas, esperando que pasen los meses, esperando poder irme para vivir algo espectacular. Como fue durante estas últimas semanas y ahora estoy de vuelta después de vivir tanto, de haber conocido tanto.
Aquí sigue estando mi mesa, y aquí estoy de nuevo esperando, dormitando.
Cómo me cuesta regresar de las vacaciones.

13.9.10

Nostalgias de antaño

Los frascos alineados en una repisa, todos de distintos tamaños, todos vacíos se podría pensar. La sala austera, con un piso viejo de madera que cruje debajo de cualquier pisada, hasta de las del viejo gato.
Una mecedora al lado de aquella mesa pequeña atiborrada de figurillas de porcelana: Un niño, un payaso, un gorrión y un perro son sólo algunas de ellas. La luz de la tarde se rompe al cruzar la ventana antigua embarrando su prisma en el viejo sillón. Esa tarde que se disfraza de ocaso eterno y la cual sólo invita a taparse con aquella manta de lana apolillada, para recordar. Pero el tiempo pasa y los recuerdos se escapan, cada día son más, se escapan por los agujeros de aquellos hambrientos bichos. Un día aún está presente el recuerdo de aquel apuesto mozo de los años escolares, al día siguiente ha partido, para siempre. Ese otoño eterno, muchos creen notar las estaciones, la primavera fértil, el oloroso verano, pero se equivocan, sólo se trata de un decrépito otoño, eterno, sin fin. Así es esta vida en este mundo sin contornos finos. Así es este mundo detrás de las cataratas. Así es este mundo sin sonidos nítidos.
Los paseos ya no son lo que eran antes. Ahora el cuerpo no aguanta. Los paseos se hacen en esta misma sala. Para eso están los frascos que los que no saben dicen están vacíos. Hay que tomar uno, sentarse en la mecedora, taparse con la manta y mecerse y mecerse hasta encontrar serenidad. Cuando uno esté sereno puede abrir el frasco y oler lo que hay en él: el aire de antaño, añejo, del bueno, del que tocó respirar cuando se era joven, y sin barreras de tiempo o espacio puede uno irse a pasear. “La casa de mis padres, el día de campo con mi amor, el olor de mi hijo recién nacido.”
¿No lo ven, no me entienden? Lo único que puedo y lo único que me queda es estar con mis frascos y mis recuerdos.

6.9.10

La pesadilla del publicista

Las imágenes son borrosas, difíciles de descifrar, demasiado abstractas. Se funden, se mueven de forma demasiado brusca. Son de mala calidad, tienen una textura de líneas sobre ellas. Los colores demasiado teñidos. El sonido es pésimo, pero es mejor así. El viento acaparó los micrófonos, bloqueó gran parte de los demás ruidos, y realmente fue mejor así. En la secuencia de imágenes se ven piernas correr, personas en el suelo, todo esto iluminado por una fuerte e irregular luz amarillenta.
Esto es demasiado, es algo demasiado fuerte.
No las han dejado de repetir, y ésta es la versión censurada. La que pasan en las noticias, la que estos hombres están viendo en esa televisión vieja de mala definición. Para ver la versión sin censura hay que buscar en internet, no es nada difícil, en un minuto cuando mucho uno ya la habrá encontrado en uno de esos portales de videos que no son de los más comunes. En esos videos se ven muertos, se les ve mientras mueren. Se ven los restos de carbón. Y también se les ve cuando aun tienen esperanza de salir con vida, antes de ser devorados por las llamas.
La cámara tiembla, sube, baja, se agita y finalmente cae al suelo.

“Es una tragedia de gran magnitud, las autoridades trabajan a marchas forzadas con tal de esclarecer las razones del siniestro. Aún no se conoce el número definitivo de víctimas mortales, aunque se sospecha que pueda alcanzar el medio millar. Ahora hacemos un enlace con nuestra compañera Rosalva Carrasco que se encuentra en la central de respuesta inmediata que los servicios de emergencia montaron en el lugar de los hechos para que nos dé más detalles de este trágico....”

La voz sigue surgiendo de los parlantes de la televisión mientras estos hombres, frente al viejo aparato se ven con preocupación unos a otros. ¿Qué hacemos?, es la pregunta obligada que alguno de ellos hace. Nada, no hay nada que podamos hacer, fue mala suerte, responde otro. Pero hay que tratar de reducir el impacto, añade un tercero. Después de mucha discusión, o mejor dicho de pocos pero muy intensos comentarios, llegan a la conclusión de que no hay remedio. Las cosas tomaron su cauce. Por más que intenten cambiar las cosas nada podrán hacer. Detrás de ellos hay varios cuadros, son fotografías de gran calidad que contrastan con aquel aparato retrógrada del que salen las imágenes.

El que quiera llamar la atención tiene que mostrar carne. En las fotografías que adornan las paredes de esa habitación se ve carne, carne firme, piel que se presume tersa, pechos bronceados apretujados en una camiseta sin mangas, las piernas largas y delgadas y un short corto que tapa únicamente media nalga. Un abdomen firme y plano complementa ese rostro de labios carnosos y entreabiertos, nariz respingada y ojos somnolientos. La intención era despertar el deseo de los hombres. “Sí hay algo que me gusta, es que me den la Grande”, se lee en letras algo ovaladas de color crema delante de aquella apetitosa fémina retratada, y en la esquina inferior derecha aparece el logotipo que estos hombres intentan posicionar: 'Cerveza La Grande, la mejor de las cervezas. Calidad de exportación.'

“... regreso con ustedes al estudio. - Muchas gracias Rosalva. Bueno acabamos de escuchar las últimas informaciones que han surgido respecto a la tragedia. ¿Qué le parece si hacemos un recuento de lo que se sabe hasta el momento?
El día de hoy se llevó a cabo en el lugar de los hechos un festival musical, uno de los llamados raves de música electrónica. Se cree, según datos de los organizadores, que en el lugar se encontraban alrededor de dos mil personas. Como parte de la fiesta se instalaron fuegos artificiales, los cuales, y esto es lo que indican las primeras investigaciones, que, cabe resaltar, aún se llevan a cabo, se salieron de control. Al parecer como parte de la presentación de un dj de renombre internacional se encendieron los fuegos artificiales que se salieron de control y provocaron esta lamentable tragedia. Estamos en contacto con nuestro colega Fernando Acosta quien se encuentra a las afueras de la clínica a donde han sido.....”

Los hombres se lamentan, hablan por teléfono, plantean soluciones, sufren por las pérdidas. No hay nada que se pueda hacer realmente, se repiten a si mismos. Es mucho el dinero gastado en vano. Es posible que pierdan su trabajo por algo que no estaba en sus manos. Pero es que calcular los riesgos es parte también de su trabajo, les dirán. Les pareció el evento perfecto para posicionar la campaña del cliente: público juvenil, ambiente festivo, gran impacto....

El ambiente estaba en su punto, la gente prendida, la música espectacular, el terreno lleno. Él tenía poco de haber llegado al rave, estaba drogado, por eso se decidió a grabar como loco la fiesta y más cuando empezó a tocar Robert Stevens. En ese momento, cansado de que gente se amontonara frente a la cámara a hacer muecas, se fue acercando al escenario lo más que pudo. Intentó hacer zoom a Stevens para ver como hacía su trabajo en los tornamesas. Mientras estaba tocando su éxito del momento empezaron los fuegos pirotécnicos, la gente se encendió, hubo gritos de euforia, sonaron los silbatos, la multitud estaba en éxtasis. Y empezaron los primeros gritos de pánico, la cámara captó como Stevens dejó el escenario en seguida para refugiarse. Giró la cámara a la derecha del escenario y vio como las llamas se abrían camino entre la multitud, ésta corría despavorida intentando escapar. Detrás de las llamas se podía identificar aún un cartel publicitario con una chica de labios carnosos y entreabiertos, nariz respingada y ojos somnolientos. El fuego se esparció a gran velocidad, gente comenzó a arder, en pánico corrían aterrorizados y atropellaban a otros que por lo tanto también se incendiaban, algunos caían pronto otros corrían y seguían corriendo envueltos en flamas contagiando a otros en su camino. En poco tiempo él tuvo que comenzar a correr por su vida, sin éxito. La cámara tembló, subió, bajó, se agitó y cayó al suelo. Al caer al suelo enfocó una imagen del fondo, en la que se reconocen dos bronceados pechos apretujados en una camiseta y delante de ellos se lee “...es que me den la Grande” mientras que delante de ésta se ve de forma borrosa arder al camarógrafo.

Este es el video que han repetido y repetirán todos los medios cada vez que se hable de esta tragedia.
La foto de aquella modelo, que debía ser la imagen de la nueva marca de cerveza, terminó marcada y siendo la imagen de la tragedia donde murieron quemadas quinientas personas. Como era de esperarse el lanzamiento de la nueva cerveza fue un rotundo fracaso y desapareció del mercado unos meses más tarde.