En la última oración, estaba el comienzo de su duda. “Y de ahí en adelante nunca más se habría de dejar reprimir, ni a si mismo, ni a los suyos.” De qué se habla en el texto, pensó. ¿Se trata de un panfleto agitador, incendiario por decir lo menos, o al contrario, de un relato de superación personal? Al estilo de “todos somos diamantes en bruto, nada más hay que saber pulirnos”. A unos les dan una calentadita, en vez de una pulida, a otros más una cepillada. Pero eso no viene al caso. La pregunta, era muy sencilla: ¿Me encuentro ante un libro que después de contarme toda una historia de injusticias y rebeliones, me incita a tomar las acciones por mi propia mano y luchar por un mejor porvenir para mí y los míos, sin temer la derrota en la que pueda caer, puesto que el no tratar de mejorar su condición es en sí ya la peor de las derrotas? ¿O me encuentro, en cambio, frente a un texto que intenta poner ante mis ojos las situaciones desmoralizantes y denigrantes en las que puede caer un individuo que se niega o no puede o no ha llegado a desplegar su personalidad y sus capacidades intelectuales al cien por ciento, para así incitar a todos ellos a quienes aplique este caso a despertar y utilizar todo su potencial humano con el fin de alcanzar la excelencia como individuos?
Bueno... en realidad, la pregunta no fue tan sencilla, y en verdad fueron dos. Lo más difícil del asunto, es que se trataba de dudas, que no aceptarían un simple sí o un simple no como respuesta. Y lo más complicado de este mentado asunto, fue que esas preguntas no le fueron planteadas a nadie. No fueron pronunciadas. Se las planteó a si mismo, y por lo tanto él mismo intentó darse una explicación. Diré una explicación conveniente. Todos en algún momento intentaremos manipular consciente o inconscientemente a otras personas, y lo más fácil de este mundo es manipularnos a nosotros mismos (eso sí, sin nosotros darnos cuenta). No hubo nadie más con quién argumentar con respecto a las posibles intenciones de ese libro que él había vislumbrado: Rebelión o Superación.
Sentado en el éxodo de la mesa rota de la cafeteria escolar, se dedicaría los próximos días a analizar cuál de ambos casos sería el más probable a ser el intencionado. Sus reflexiones llegaron a ser interrumpidas en varias ocasiones por la amabilidad de sus compañeritos quienes para distraerlo le dedicaban puntapiés, puñetazos y se esmeraban en disfrutar del almuerzo que estaba destinado para nuestro si bien no apreciado, sí estimado joven protagonista.
Al cabo de varios días y gracias a su sistemático análisis llegó a la conclusión iluminadora: El texto incitaba a la rebelión. La razón para llegar a esta conclusión es muy sencilla, quizás demasiado sencilla. Alfabéticamente la erre se encuentra antes de la ese. Por lo tanto la erre posee más jerarquía que la otra consonante. Llegó a esa conclusión porque Rebelión comienza con una letra que viene antes de Superación para acabar pronto.
Me temo, estimados conciudadanos, colegas, padres de familia, que ese fue el detonante para las acciones que acaecieron hace un mes en esta ciudad. Creo que sale sobrando el repetir lo que tantas veces se ha dicho ya en los medios, que este joven incomprendido y confundido, abrió fuego contra toda la comunidad escolar, que tomó de rehenes a profesores y alumnos para terminar con sus vidas al momento en el que se vio acorralado por las fuerzas de la ley. Y creo que sale sobrando el repetir que sus últimas palabras al ser abatido fueron: “¡Nunca más represión malditos!”
Ahora, compañeros de sufrimiento, tenemos que mirar hacia delante, sí, todos queremos respuestas, queremos saber ¿por qué nos tocó a nosotros?, ¿qué es lo que tenía este incomprendido en la cabeza?, y quizá lo más importante ¿qué texto incendiario, revoltoso plantó la semilla del odio en uno de nuestros hijos? Me tomé la libertad, para esta ocasión, de investigar y buscar el texto que plantó esa semilla que habría de germinar de forma tan cruenta y vil, sirve que posiblemente nos brinde respuestas a tantas interrogantes que desde ese día no nos han querido abandonar.
Me permito leer el último párrafo de La vida del hombre perfecto:
Y a partir de ahí, de ese punto de no-retorno, verás que tu vida no será la misma, verás que las dudas se disipan, que la inseguridad se extingue. Nadie ha dicho que sea fácil, cuesta revertir tanto mal que te ha achacado por tanto tiempo, y sí, probablemente hasta reprimido. Uno mismo se deja reprimir, se reprime con sus miedos, con sus inseguridades, con su temor al triunfo. Pero si sigues estos pasos, diez como los mandamientos, verás que uno a uno, el peso sobre tu espalda disminuirá y descubrirás el alivio de ser feliz, de vivir plenamente, de ser una persona de bien, que vive en armonía con el cosmos. No tengas miedo, lánzate al vacío, rebélate en contra de tu viejo yo, víctima de los demás y de ti mismo. Usa la escalinata de los diez pasos, para que estando arriba de los demás éstos te miren triunfante caminando hacia el atardecer y comentarán de ti, platicarán tu historia de éxito y de superación:
“Y de ahí en adelante nunca más se habría de dejar reprimir, ni a si mismo, ni a los suyos.”