Así es como siempre comienzan este tipo de conversaciones que no son conversaciones:
¿Qué piensas? – Nada.
Nada de nada.
No se trata de una mentira, más bien de una verdad a medias. ¿Quién ha de poder ordenar la mierda que trae metida en la cabeza, acompañada del vacío que se expande en el pecho?
¿Quién?, ¿tú?, ¿eres capaz de ordenar de forma lógica todo ese remolino de dolores, arrepentimientos y tristezas?, ¿de formularlas en oraciones para transmitirle a los demás el estado deplorable en el que te encuentras?
Sí, ya sé preguntas y más preguntas. ¡Sí ya lo sé! No te interesa, es mi problema, yo me metí en esto y ahora a ver como salgo. Sí, es una maldita encrucijada entre razón y sentimientos. Tomaste una decisión que te daña a ti y a otra persona sumamente apegada a ti. Que estuvo sumamente apegada a ti, pero ya no, porque tú la alejaste.
Sí, es mucho tema para ti, más problemas para tus putos problemas.
Entonces no preguntes.
No preguntes si me ves sentado con la mirada perdida en la nada. Sí sé qué estoy pensando, sé qué estoy sufriendo, pero no se puede plasmar de forma lógica, en palabras, por eso me voy por el camino fácil.
¿Qué piensas? – En nada.
No comments:
Post a Comment