13.3.12

Las palabras se las lleva el viento II

El ruido de las ramas golpeando los pantalones, el sonido de las hojas crujiendo debajo de las botas, el agua encharcada salpicando las ropas. Jadea, no sabe cuánto tiempo tiene para escapar, no sabe cuánta ventaja les lleva a lo que queda de su escuadrón, a los que traicionó. El fusil se le resbala del hombro al correr. El paquete cuelga del otro hombro, tiene que escapar de forma incómoda, dos objetos golpeando cada una de sus piernas, dos objetos que tiene que tomar con las manos y correr para no terminar cayendo. Espera que valga la pena el riesgo, la traición.
Ahora se ha convertido en un equilibrista, su vida pende de un hilo. De un lado están los enemigos atrincherados esperando un error suyo, del otro está su escuadrón que de encontrárselo lo tratará como se tratan a los traidores, sin piedad.

Sin piedad se trata también el escurridizo a sí mismo. Qué idea más estúpida el traicionar a su ejército en tierras enemigas. Estar solo en bosques desiguales, desconocidos, destrozados en partes. Troncos negros, pelones y humo asfixiante de batallas pasadas. Llegó a un descampado, resultado de bombardeos y combates. Tiene que huir, esconderse de nuevo, su uniforme verde resalta en ese fondo negro cenizo. Se acerca con mucho cuidado a una trinchera calcinada.

Cayó de bruces en el refugio de los enemigos destrozados. Creyó ver a la muerte a la cara y se lanzó: a unos cincuenta metros sobre la rama de un árbol le pareció ver escondido a un francotirador de su ejército. Alcanzó a reconocer el casco y las insignias. Por eso mismo ha caído, se ha lanzado sin reparo para caer sobre un cadáver enemigo. Sí, vio a la muerte, la sintió debajo suyo, suave, pegajosa, dócil. Está por varios lugares, a esa rama también ha llegado la muerte. Con sumo cuidado observó al supuesto francotirador. Le dio la impresión de que lloraba sangre, recargado sobre la rama alta de aquel árbol, los brazos colgando.

El enemigo es ordenado, hasta en la muerte. Detrás de las cenizas y las marcas negras del fuego aun se vislumbran latas, apiladas dentro de lo que posiblemente hasta hace unas horas era un cajón de madera. Son alimentos, para él y para el paquete.
Puede que tambien algo de munición haya sobrevivido al fuego, hay cajas de ella debajo de un costal de arena.

El escurridizo se esconderá en ese bosque calcinado, dentro de aquella trinchera ensangrentada. Se quita su viejo uniforme, aquel que traicionó. Se pondrá uno ensangrentado, agujereado, de aquel cuerpo que le frenó la caída. Por ahora permanecerá ahí, aunque sea esta noche. Estudiará a fondo el contenido del misterioso paquete e intentará descifrar cómo es que ese paquete lo ha de ayudar a resolver su problema.

CONTINUARÁ

No comments:

Post a Comment