16.1.13

El destello I


El destello de la pantalla le ilumina los ojos. Con el pulgar mueve el menú que ahora de poco sirve. 
En las periferias de las instalaciones hay bloqueadores de señales de microondas. No recibe señal de ningún tipo de red inalámbrica. Se pone a observar las fotografías que tiene en su celular. Con su novia, con los amigos de la facultad, en la playa. Muestra en ellas una sonrisa que no sabe si volverá a dibujársele en el rostro. Está sentado en el piso de cemento, abunda la oscuridad. ¿Hice lo correcto? ¿para qué me uní al movimiento? 
Ya puede escuchar los reclamos de los familiares, que por qué lo hizo, que quién le manda, que él nada más debería de haberse quedado callado y tranquilo como los demás. Imagina las preocupaciones de la madre “Ay mijo, y ¿ahora?, ¿qué vamos a hacer?, ahora vas a tener que andarte con mucho cuidado, ya te tienen fichado.” Pero lo verdaderamente ensordecedor son las preocupaciones actuales: “¿Dónde está mi hijo? No me diga que no sabe, en el ministerio público dijeron que no los tienen, que se los llevaron los federales. ¿Dónde está? Dígame, por favor oficial, si él es solamente un estudiante.”

CONTINUARÁ

8.1.13

3º Aniversario de Debraye.Net

El próximo diez de enero serán tres años desde que publiqué el primer post en este blog. Aunque especialmente el año pasado hubo pocos posts, pienso que ha sido debido a una evolución del tipo de textos que publico. Los textos que publiqué en el 2010 eran por lo regular más cortos, shortstories realmente cortos que salían de forma espontánea frente a la computadora. Con el transcurso del tiempo empecé a trabajar más en las historias y en los detalles. Así, a partir de una idea obtenida en un documental, comencé a trabajar en la historia más compleja que creo haber escrito hasta ahora:

Las palabras se las lleva el viento.

Su creación tardó poco menos de ocho meses. Esta narración ha sido el proyecto por partes más largo que he hecho hasta ahora. A este se le suman tres proyectos más x_partes

Historia de barrio

Crónica callejera

y el aún inconcluso Relato de miedo

A este se le sumará muy probablemente un nuevo proyecto en los próximos días, del cual, sincera-mente, no sé que camino tomará.

Así mismo a partir de este año habrá una nueva categoría pix

Por este medio también quiero agradecer a aquellos que han estado siguiendo este proyecto.
Que no les dé miedo pasar la voz. Únanse en Facebook.

Yo, por mi parte, seguiré jugando en Debraye.Net, es algo muy divertido como para dejarlo.

11.12.12

Mehr Licht!


¿Por qué conforme pasan los años se va atenuando la luz? El brillo de los colores se comienza a apaciguar, la nebulosa madurez se comienza a expandir por medio del ser. No por nada se cuenta que las últimas palabras de Goethe fueron “Mehr Licht!” ¡Más luz! 
Y es que desde un principio el farol de nuestra mirada se comenzará a apagar, con unos sucede más rápido que con otros. Pero con cada año la alegría se va reduciendo, y no es para menos, se espera de nosotros que seamos personajes responsables, de bien, exitosos, no algunos aventureros que cuando están entretenidos estallen en carcajadas. Eso no se  corresponde, esos comportamientos son para los niños y adolescentes rebeldes. Tú te tienes que cuadrar. Déjate de babosadas, de niñerías, déjate de chingaderas.
En algún momento uno pensará más en el costo que en el valor. Uno no disfrutará del paisaje, sino que planeará lo que habrá de hacer después o se arrepentirá por lo que no hizo antes de ese instante. La paleta de colores se comienza a reducir y con ella las cosas que provocan alegrías. Cuánto llamaba la atención cualquier objeto multicolor en aquel entonces. Hablo de aquellos tiempos añejos, que hace un par de años aún no me lo parecían tanto, hablo de la infancia. Aquellos brillantes y entretenidos tiempos. Ahora me temo que en cualquier momento salga alguno de esos vendedores por detrás de la cortina o me hable en la calle y al escucharlo empiece a titiritar de frío. 
Tal vez ya cerré un contrato con uno de ellos y ni me he dado cuenta. Hablo de los hombres grises, aquellos vendedores que Michael Ende nos presentara en Momo. Aquellos que se quieren quedar con nuestro tiempo. 
Creo, la verdad, que todos llevamos uno dentro, el cual también nos convence de ahorrar en los colores. Uno que nos truena los dedos para decir “ey, tú, la mirada aquí, delante tuyo, ignora los sentidos, utiliza la razón, gana más y gasta menos, ¿quieres alegría? Cómprate algo, mientras más caro más alegre estarás. Aunque estés saludable, regresarás a casa insatisfecho, ¿por qué? Porque quieres más, siempre más.” Y más has de olvidar los colores, los sonidos, los sentidos, la luz.
Tu existencia se irá ensombreciendo, la luz del farol se atenúa y tú ni te das cuentas, la olvidarás.
Probablemente a una edad avanzada, agonizante, puede ser, puede que recuerdes las percepciones más intensas que tuviste, las de la infancia, las que fuiste dejando de lado sin darte cuenta. Y puede ser, puede que en un último grito, las exijas de vuelta: Mehr Licht!

23.11.12

La vida sigue su curso


Vives una ilusión, no es la primera vez que sucede. ¿Recuerdas cuando las voces en tu interior deseaban, clamaban, exigían la muerte de amor? ¿Otra vez tienes que hacerlo? Lleno de cinismo tendrás que llamarlo. Ofrecerle una carnada para que lo puedas emboscar. Una vez emboscado tendrás que destruirlo, matarlo, terminar con él. No habrá de ser difícil, él es dócil –lo sabes– ingenuo, de buen corazón. Ofrécele la mano mientras escondas la daga en la otra. 
Muere amor.
No es lo más sencillo, ni lo más sano quizás. Uno habla de dientes para fuera que una amistad habrá de perdurar. Una amistad especial, porque de ella surgió un cariño o un deseo. O una amistad especial porque ella surgió de la lujuria y del deseo.
Palabras más, palabras menos la verdad es que una parte de la que cuesta recuperarse es del maldito sentimiento de propiedad. La estupidez de que uno piense que una persona es de uno, que su cuerpo y mente le corresponden, que solamente a uno le corresponderá de ahora en adelante el mostrarle señales de cariño. Y, sí, digamos las cosas como son, uno cree que será el único con el que esa persona de ahora en adelante se habrá de aparear.
¿Mal término? Si al final de cuentas todos somos animales, y eso es lo que los animales hacen, aparearse.
Algunos le dan más peso a ese aspecto que a otros. El hecho es que uno se siente con ciertos derechos sobre la otra persona porque se le conoce a fondo. Eso es lo que pensamos, y sí, en muchas ocasiones será así, uno conoce a esa persona en sus malos y en sus buenos momentos. Uno conoce ese lunar secreto y esos defectos cautivadores. Algunos idealistas labran un pedestal en el que habrá de acomodarse a esa persona, la idolatrada, la idealizada. La realidad derrumba esa construcción. En algún momento se habrá de venir abajo. Lo ideal no existe, es lo que los jóvenes más pronto pierden: los ideales.
Lo ideal sería si hubiera y existiera, mas el hubiera no existe, solo es una construcción hipotética para hablar de lo que hubiera (y me repito) sido lo mejor cuando ya es demasiado tarde. Lo ideal sería caminar bajo la lluvia, lo ideal hubiera sido diluir con ella el llanto. Pero es demasiado tarde.
Habría que aceptar las decisiones de los demás, en especial las de esa persona especial, que con el tiempo dejará de ser especial. Habría que se convierte en habrá que para pasar a ser un hube que aceptar su decisión y por eso me alejé.
La vida sigue su curso y los aspectos cautivadores de esa persona cautivarán a alguien más. 
En ocasiones uno se hace a un lado, en parte, hasta que se es cambiado. Ese es un dolor mayor que el de alejarse de esa persona. Uno pierde sus privilegios de estar al lado de aquella persona, de la atención, compañia y calor de esa persona.
Sin embargo lo que más duele es que esos derechos le serán entregados a alguien más, más temprano que tarde. La vida sigue su curso. 
Uno deja de ser único, especial y pasará a ser uno del montón.
Uno se siente cambiado, uno se sentirá desamparado.
En parte uno encaminó eso al hacerse a un lado, pero ¿quién entiende de razones al sentir el vacío en el estómago que le precede al llanto?
Uno se retrae. Poco después uno se esconderá en los oscuros callejones de su ser, esperando, siguiendo, preparándose para emboscar y matar al desdichado amor.
Uno lleva a cabo entonces un acto de auto-mutilación, porque se mata una parte del propio ser, se destruye aquello abstracto que llamamos sentimientos.
Preferible cauterizar a dejar una herida abierta.
No se puede juzgar, y menos cuando uno fue el que dio el primer paso.
Uno habrá que aceptarlo y mantener la frente en alto, aunque para eso sea necesario matar al amor y desechar, por lo menos de momento, lo que vendría a ser una hipócrita amistad. 
Uno mirará hacia delante, aunque eso conlleve a cambiar de dirección. 
La vida sigue su curso.

31.10.12

Máscaras


Esto no es una tienda mas lo parece. Infinidad de niños entran para peinar los pasillos repletos de chucherías y productos baratos. Sin embargo también hay los artículos de calidad y precios altos. Cada cierto tiempo un nuevo grupo de infantes entra a ese local mal iluminado. Entran con gran alboroto y rápidamente se dispersan por los pasillos. Buscan máscaras y disfraces. Colores, capas abrigos, armas, cuchillos, ballestas, sierras eléctricas, y en alguna ocasión una enfermedad incurable. Mientras más pasa el tiempo más infantes transformados van saliendo de los pasillos. Aparecen bomberos, asesinos en serie, vaqueros muertos, momias, jugadores de hockey, monstruos de película, aquellos que en algún momento fueron personas pero cuya humanidad quedó en el camino. Cada vez más y más son los críos que, después de estudiar lo que había en esa bodega, van reapareciendo tomándose su papel muy en serio. Con miradas de asesinos, con la fortaleza y el olfato de un lobo, con la sed de sangre de un conquistador.
Se acercan cada vez más a su ideal: el monstruo que les gustaría, que quieren ser. Cuando están satisfechos con su apariencia, abandonan el local. Las bandadas de niños con máscaras se dispersan por todo el barrio, ciudad, mundo. Harán de las suyas según el disfraz que escogieron. Aquel bombero apagará incendios, el doctor curará enfermos, el mercenario blandirá su espada a cambio de monedas, el asesino robará vidas, muchas si su plan es ser serial. Aquellos que decidieron ser monstruos, lo serán, cada vez más instalados en sus roles que en algún momento ya no podrán abandonar. Algunos serán descubiertos, indudablemente, ¿qué clase de monstruo, qué tipo de ser pudo hacer eso?, dirán los otros, los doctores, los oficinistas, los “normalitos”. 
Es un proceso natural e incesable. 
Año con año nuevas generaciones escogen una máscara y se comportarán de acuerdo a ella. 

¿Tú por qué máscara te decidiste?

18.10.12

Las palabras se las lleva el viento X


El sobre habría de mantenerse cerrado frente a ella. No sabía si quería leer las palabras que venían en él. El vestido ya no lo usaba. Nunca más lo usó. Dos veces había utilizado aquel de motas celestes, dos ocasiones que resultaron ser sus dos peores días. En el radio habían comenzado los reportes sobre el recrudecimiento de los combates en los territorios ocupados. 

“Nuestro ejército ha demostrado gran valentía y coraje al mantenerse firme durante los crudos combates que ha tenido que enfrentar en los últimos días. No ha sido tarea fácil, sin embargo la sed de justicia que caracteriza a nuestro pueblo les da energías a nuestros soldados para seguir adelante y liberar a la nación amiga, subyugada por el enemigo común. 
Altas fuentes militares informan que estos combates en los cuales el enemigo ha sufrido cuantiosas perdidas, son el resultado de una nueva estrategia de inteligencia con la cual se han identificado objetivos militares de gran importancia adentrados en el territorio manejado por el enemigo. Así mismo informaron que aún es muy pronto para poder predecir en cuánto tiempo los combates bajen de intensidad. Sin embargo, hicieron hincapié en que gracias a estos últimos avances el fin de la guerra se ve cada vez más cercano.” 

El reporte dio paso a una chanson de una mujer que espera a su hombre:
La soledad no se apiada de mí, poco a poco mata mi ser, le ruego que deje algo de mi corazón, para entregártelo cuando hayas de volver.

Está sentada en la mesa, tiene puesto un vestido marrón. Sobre la mesa hay pan, mantequilla, algo de paté y queso. Simplemente por este hecho debería de ser un día de celebración. Paté y queso, después de mucho, mucho tiempo.
No tiene apetito, desde hace tiempo que no existe para ella, come por hambre mas no por apetito. Está ausente, mira sin mirar, delante de ella un sobre con las insignias que habitan sus pesadillas: “Centro de información militar. Ministerio de guerra”.

Los últimos días no había sabido qué hacer, ni cómo sentirse. Dejó de ir al trabajo, dejó de comer, comenzó a beber, para al día siguiente dejar de hacerlo. No hacía falta acrecentar su miseria con alcohol, su frustración y dolor eran más que suficientes. No supo que hacer con su esperanza, no sabía si tenía sentido mantenerla viva o hacerse a la idea de que todo se había perdido. 
“Se tiene razón para creer que de seguir vivo, el soldado Courrier traicionó a su ejército y patria para unirse al enemigo.” Habían pasado unas tres semanas desde que había recibido esa carta, en la que decían que su niño hombre, que ahora cada vez se difuminaba más en sus recuerdos, había desaparecido y que muy seguramente era un maldito traidor. No lo decían con esas palabras, pero era obvio, y más en tiempos de guerra, que a los traidores no se les califica únicamente como eso, “traidores”, sino como malditos, de mierda, asquerosos, repugnantes, malparidos. Eso es lo que son los traidores, hijos de puta, todos, y el más importante de ellos: Ernesto Courrier. 
Por lo menos para ella.

Hoy había sido un día no tan malo, había ido con las vecinas a a la tienda y cuál había sido su sorpresa cuando les preguntaron si querían paté, aparte de queso. Después de haber pasado a la panadería regresó para nuevamente encontrar militares frente a su puerta. Le dijeron que por medio de nuevos métodos de comunicación ultrasecretos del ejército, habían obtenido un mensaje dirigido a ella. Así mismo le explicaron que se creía que el autor del mensaje era aquel, que estaba bajo sospecha de traición, por lo tanto las fuentes militares habían estudiado ya a fondo el contenido del mensaje y después de un análisis exhaustivo, se habían decidido a entregarlo a su destinataria. Se despidieron de ella, no sin antes recordarle que de tener algún tipo de información o contacto con el soldado Courrier, estaba obligada a notificarlo a las autoridades militares, de no ser así se haría cómplice de traición a la patria.

Ahora está ahí, sentada en la mesa. El pan, queso y paté al centro de ésta. El sobre directamente frente a ella. No sabe qué hacer, y sinceramente, está cansada. Se puede decir que ya lo había dado por muerto, ya lo lloró. De pronto le dicen que puede que no esté muerto, que la busca, pero por lo cual se confirma su traición. No puede y no podrá estar con él si es que sale vivo de la guerra. Es demasiado para ella, ya ha tenido más que suficiente. No permitirá que se lo arrebaten por tercera ocasión. Se lo arrebataron cuando lo embarcaron, se lo arrebataron cuando dijeron que estaba desaparecido, ahora se lo arrebatarán si es que lo vuelve a ver de nuevo.
Ella renuncia a su hombre juguetón, a su niño hombre. “Ya me preocupé por él, he llorado todo lo que he podido llorar, ahora va solo, ya no puedo, ya no puedo preocuparme por él. No puedo preocuparme más, sino me voy a morir de tristeza.”
El sobre sobre la mesa será tomado y con despecho y resentimiento será aventado a un cajón, donde quedará hasta finales de la guerra. La vida seguirá su curso, otra persona entrará a la vida de aquella mujer que en algún momento retomará la alegría y esperanza en su carácter. En varios años, en un lapso de tristeza y depresión esa carta, aún sin abrir, será utilizada para avivar las llamas de la chimenea. El sobre, para ese entonces ya amarillento con un viejo papel doblado en tres en su interior se consumirá sin que la destinataria lo haya leído.

No sé, qué es lo que hago aquí. Me desconozco, me arrepiento de no haberte dicho nunca que te amaba. Ahora es lo único en lo que puedo pensar, que te amo y que tú eres la razón para seguir vivo cada día en este maldito infierno. No sé qué es lo que hago, a veces pienso que me he vuelto loco. Tenía que decirte en algún momento, dejarte en claro lo que siento. Me he metido en muchos problemas con tal de poderte mandar estas líneas, ahora no sé cómo voy a salir de esta. Espero poder verte algún día de nuevo. Eres lo mejor que me ha pasado. Si muero o no puedo regresar contigo, quiero que seas feliz.
Con amor. Ernesto. 

Una historia de tantas, con finales como tantos otros. Historias llenas de palabras que al final salen sobrando, palabras vacuas o llenas de significado e intención. Palabras que se lleva el viento, al final de cuentas, como en ese entonces se llevó las cenizas de aquella chimenea.
El tiempo pasa y no necesariamente cura todas las heridas. La juventud pasa, la siguiente generación de aves surca el cielo, el bosque curó las heridas de la guerra. 
Ese bosque con sus sobrevivientes y sus fantasmas.
Y el viento, el viento se sigue llevando las palabras.

FIN

4.10.12

Las palabras se las lleva el viento IX


Por encima de él están las frondosas copas de los árboles bloqueándole la vista al cielo, un cielo que, por lo poco que ve, está azul, limpio, sin ninguna nube. Está recostado, los brazos cruzados detrás de su cabeza, escuchando los trinos de los pájaros. Son pocos los momentos excepcionales,  en los que las armas dan lugar a los cánticos de las aves. Por lo tanto son mucho más estridentes las detonaciones una vez que son retomadas por los ejércitos. 
Aún tiene la esperanza de ver una vez más a aquella paloma que sin quererlo se convirtió en su compañera durante esta travesía. Ahora la travesía continúa para ella, sola, sin ningún razonamiento de por medio, únicamente basada en el instinto. No se diferencía mucho de como la travesía de los dos comenzó al Courrier verse tomando su arma y disparándole a su compañero.

Les habían dado la orden de correr e ir al punto de entrega. Intentando esconderse dentro de lo posible corrieron alejándose de sus compañeros del escuadrón. En un par de ocasiones fueron a parar al piso. Siguieron el camino que creían saber y que por fortuna resultó ser el correcto. Llegaron al descampado indicado, pero se mantuvieron escondidos para no ser blanco fácil. 
Escucharon los motores de un avión y poco después regresó el silencio interrumpido por las detonaciones lejanas de sus compañeros. Observaron el cielo nocturno en busca de algo desconocido, y efectivamente a los pocos minutos pudieron entrever, reconocer una tela blanca que caía lentamente, resultó ser un paracaídas del que colgaba el cajón de madera. Salieron de entre los árboles por el paquete, lo recogieron y Courrier se desconoció a sí mismo. Se estaban acercando a la otra orilla del descampado, Courrier había definido la dirección y eso fue exactamente lo que despertó la sospechas del otro escurridizo. Estás yendo mal ¿qué haces?, ¿para dónde vas?, dijo la víctima y la traición comenzó. Courrier se dio media vuelta, con el paquete al hombro y fusil en mano, disparó cuatro veces. Comenzó a escapar. Dejó de usar la razón para guiarse por sus instintos.

Sigue echado sin pensar, sin hablar consigo mismo como en otras ocasiones, únicamente respirando. Sin escuchar, sin observar, sin prestar ningún tipo de atención. Cumplió su misión que era mandar un mensaje, traicionó, asesinó, se rodeó de muertos. Sacó lo peor de sí para intentar salvar lo mejor que le pasó jamás. Son estos los argumentos con los que trata de hacerse sentir mejor. Se dice que no fue tan grave el haber matado a un compañero, el haber pasado varios días rodeado de cadáveres enemigos con los que se llegó a cubrir, a los que les robó las ropas. 
El haber liberado a esa paloma, al verla levantar el vuelo hizo que renaciera en él una esperanza. Una de esas esperanzas que no se pueden explicar con palabras, es una sensación cálida en el pecho y la ilusión de que no todo está perdido. Él que ya se daba por muerto, que decía que cualquier minuto que siguiera respirando ya era ganancia, ahora se aferra a mantener su corazón latiendo. Quizás se aferra porque la muerte se acerca, quizás esa esperanza tiene como meta inyectarle adrenalina a ese agitado corazón suyo, energía para la batalla más crucial, la que decida su guerra personal, para esa que puede ser la lucha más importante, la última. No sirve de mucho el pensar demasiado, el razonar sus posibilidades, y tampoco lo hace, se aferra a su vida, su esperanza y sus instintos.

Por lo tanto, supo instintivamente que hacer al escuchar motores. “Son aviones”, se dijo, “el problema es saber de quién”. Entre las copas se identifican aviones cazas que aún vuelan en formación. Se levanta, agarra su fusil, cuenta el parque que tiene, se prepara. Las primeras detonaciones se escuchan a lo lejos mientras el rugir de los motores se agudiza, seña de que los aviones van en picada. Las ametralladoras comienzan a rafaguear, el sonido es inconfundible, y algún disparo de fusil se une a las demás detonaciones. Lo singular de esos disparos es que provienen de muy cerca de ese bosque, la distancia no se puede calcular muy bien pero bien podrían venir de atrás de él. Escucha su idioma y en un principio no sabe si ir en busca de las voces que lo hablan o alejarse, aunque eso signifique escapar en dirección de la batalla donde los aviones no dejan de volar en picada, disparar lo que puedan, ganar altura, dar media vuelta y repetir la operación. Una bala impacta en el tronco de un árbol que está a un máximo de un metro de él. Se deja caer, se arrastra como un gusano acercándose cada vez más a la batalla. Detrás de él vuelve a escuchar su idioma: “Cuidado, si hay uno va a haber más, no son tan estúpidos como para andar solos en este bosque.” Al arrastrarse mira el color de las mangas del uniforme que trae puesto, lo había olvidado. Está vestido como un enemigo. Enemigo de aquellos que hablan su propio idioma, porque para él todos son enemigos. Se dividen, lo tratan de rodear mientras él se sigue arrastrando. “¿A dónde vas hijo de puta? Te tenemos unos regalitos.” “No entiende el imbécil, igual podríamos desearle lo mejor y pensaría que le estamos deseando la muerte.” Reconoce las voces, no solo el idioma sino que también las voces, pero las voces aún no lo han reconocido a él. Cae en pánico, es su escuadrón, son los cuatro hombres que sobran. Se reincorpora y dispara en dirección de dos de ellos antes de soltarse a correr hasta un árbol grueso, se cubre detrás de él. Ganó unos cuantos metros de distancia con los cuales ya no lo pueden rodear tan fácilmente y con los que él puede ahora disparar contra sus ex-compañeros. “¡Hijos de puta!” grita, y a más tardar ahora lo saben por el idioma. “Courrier, ¿eres tú maldito traidor? Con mayor razón vas a morir, ¿sabes cuánto tiempo hemos estado como perros buscándote? ¡Morirás!” Los cuatro descargan en sincronía la munición de sus fusiles sobre el  árbol, detrás del cual se refugia este escurridizo. Agazapado esperando que las balas no atraviesen la madera, descubre lo que puede ser su salvación: A aproximadamente cien metros hay una trinchera de los suyos, de los del uniforme que trae puesto, con una ametralladora que no deja de escupir balas. Han llegado al lugar de la batalla. Tendrá que unirse a ellos si es que quiere sobrevivir. Tiene que llegar a esa trinchera, refugiarse con ellos y luchar con ellos, esperando que los aviones que atacan incesantemente sean de su bando. Recarga su fusil, grita para llamar la atención de los de la trinchera. Se vacían los cargadores de su verdugos, tienen que recargar. Ernesto Courrier aprovecha y comienza a correr con todas sus fuerzas, su vida pende de un hilo.
Un hilo color azul marino.

CONTINUARÁ