2.6.10

El magnate

Había un artículo de él de cuatro páginas de largo. Cerró de golpe la revista y la aventó al basurero. No servía de nada seguir con esa terquedad de hablar de él, de sus logros, sus éxitos. Ahora nadie quería hablar de sus fracasos, o de sus errores. Hacía un par de días había alcanzado la perfección ante los ojos de todos. Todos eran la radio, la televisión y los medios impresos. Hacía unos cuantos meses aún se le habían echado encima por una mala decisión que había tomado. Ahora ese error había sido olvidado.
Ya no veía la televisión, ni escuchaba la radio, pues con su grave estado de salud no le quedaban ganas de ver o escuchar a toda la bola de lambiscones que le echaban flores, que lo vanagloriaban de forma ya ridícula: “Una persona que rompió los esquemas de la industria”, “un visionario en su rama”, “marcó la diferencia”, “ un parteaguas, hay un antes y un después de él”. Había dejado de ser un individuo para pasar a ser un mito.
Y sin embargo, lo único que a él le interesaba era recibir la llamada del médico, diciéndole que su cada vez más grave enfermedad iba a tener remedio, que un donador había aparecido y que le iban a poder alargar la existencia unos años más.

Los periódicos tampoco los leía. Cuando llegaban en la mañana los tiraba directamente a la basura. Grave error, si los hubiera abierto tan siquiera, hubiera visto las decenas de esquelas que inundaban los diarios. Todas ellas llevaban su nombre.

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