5.2.11

Lo siento

¿Tienes frío?, ¿se te ofrece algo?, ¿algo para comer?, ¿un vaso de agua?, ¿estás cómodo?
Hay algo de lo que tenemos que hablar. Seguro ya lo sospechas, tal vez no con respecto a qué, pero que tengo que hablar seriamente contigo.
Siento tener que decírtelo, pero es que nuestros sentimientos ya no son lo mismo.
Recuerdo la primera vez que acariciaste mi mejilla, recuerdo haber sentido la tersa superficie de tu mano deslizándose por mi piel. Desde ese día no dejé de sentir. Cada día incrementaban todas las sensaciones que me abordaban. Al día siguiente de que electrizaste toda mi piel y sentí que mi centro de gravedad estaba por explotar, la vez que grité como nunca al sentir esos temblores que son los hijos bastardos de las cosquillas y el placer absoluto, pues al día siguiente experimenté por primera vez celos. Te vi hablando con una de las zorritas de tus conocidas y sentí unas ganas enormes de agarrarla de los pelos y estamparla contra la pared, me dieron ganas de castrarte por cabrón. Fue la vez que te hice la escena y te dejé solo durante la cena.
Al final únicamente me di pena y vergüenza, porque tú me hacías tan feliz y sabía que nadie te iba a hacer sentir lo mismo que yo.
Nos enamoramos cada vez más, fuimos juntando aniversarios de meses, y después de años. Te conocí cada vez mejor y hasta hubo un tiempo en el que me jacté de conocerte a la perfección, tus puntos débiles, tus virtudes, tus aficiones. Y creo que lo mismo sucedió contigo, o bueno eso es lo que me gusta pensar...
De lo que si no me quedan dudas, es que toda mi piel la tenías cartografiada. Bien sabías qué punto debías de acariciar en mi nuca, y con que intensidad. Eras un cabrón. Cada que teníamos una pelea buscabas mis puntos débiles. “Ya, no te enojes”, decías mientras empezabas a acariciarme la mejilla con tus nudillos de esa forma, de la que tú sabes, y si llegabas a acariciarme la nuca ya te había perdonado. Siempre terminábamos llevando a cabo el salvaje ritual de reconciliación.
Me hacías sentir tan bien y tanto.

De verdad, contigo sentí tanto, lo triste es que en un momento dado me empezaste a hacer sentir tan mal y tanto, que tus manos empezaron a perder su magia. No sé que te pasó, creo que te empezaste a aburrir de mí. Ya no eras atento, ni cariñoso, no hablábamos como antes, ya no me intentabas seducir, querías empezar a embestirme de inmediato. Ya no me hacías sentir mujer sino objeto.
Y lo que viene, no sé cómo decírtelo, diré que había quienes le traían hambre a tu comida.
Lo que tú ya no me dabas lo encontré con otros. Supuestos amigos que buscaban mi cercanía para probar su suerte, que me cortejaban. Me da tanta risa, algunos eran tan ridículos, tan obvios que se les notaba a leguas que lo que querían era llevarme a la cama. Pobrecitos. Y yo me hacía la tontita, les daba chance, porque igual me agradaba que me buscaran, que me intentaran seducir, que me hicieran sentir deseada.

Esta situación me ha cansado, porque si bien tengo a estos “amigos” que me hacen sentir bien, tu indiferencia me sigue haciendo sentir mal.
Sí, me di cuenta que te extrañó que te platicara todo en tiempo pasado. He cerrado un ciclo ¿sabes? Ya no quiero sentir nada por ti, ni bueno ni malo. Lo siento.

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