18.3.11

Respira

Respira, profundo, siente como se llenan tus pulmones de oxígeno.
Aguántalo lo más que puedas. Serénate. Deja salir poco a poco ese aire.
¿Ves cómo se forma el vaho? Esa humedad y ese calor que salen de tu cuerpo, son la señal inequívoca de que estás vivo.
¿Sientes el dolor en las piernas, en los brazos? No te das cuenta, pero estás sonriendo.
Los ojos cerrados, la frente mojada, tu satisfacción.
Vamos toma un trago de ese líquido. Tú decides a que sabe, a agua fresca, a limón, fresa, melón, guayaba, o a cerveza con una pizca de limón.
¿O acaso es una rodaja de naranja? Muérdela y no lo olvides: Respira, respira sin desesperarte. Suspira y sigue sonriendo. Descubre que tanto aire puedes inhalar, inhala tanto como puedas. Exhala lentamente y relájate. No permitas que la tensión en tus músculos evite relajarte.
Las gotas resbalan por tu frente, otra señal de que estás vivo: transpiras.
Diriges la cara hacia el cielo para recibir los rayos de sol, para recibir los copos de nieve que caen, para relajarte.
¿Sientes como retumba tu corazón, sientes la velocidad con la que golpea? Estás más vivo que nunca.
¿Continúas agitado? Respira, sigue respirando, y no dejes de sonreír.

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