24.7.12

Plática de uno


La verdad es que no sé que escribir, no sé que platicarte chavo. Siempre que te platico algo me dices que no te interesa, si te platico un chiste me dices que ya te lo sabías, que no está tan bueno, que esto o lo otro, que tienes otras cosas en que pensar, que tienes que preocuparte por la escuela, por la chamba, por tu vieja, por tus hijos. 

Así que si te platico algo, si te escribo algo, son por el simple hecho de escribir, ni te vayas a sentir muy especial por recibir estas líneas, por platicar mis conversaciones. No te creas que tiene gran importancia. Sinceramente no tiene ninguna. No tiene ningún valor. Tengo que explicarme mejor, vaya que sí tendrá valor, sí tiene mucho valor para mí y de seguro para otros también aquello que habré de explicar. Lo que no tiene ningún valor es el hecho que sea justamente a ti a quien se lo comunique. Digamos que te tocó la buena o la mala suerte de estar a mí alcance. Tienes la fortuna o desgracia de ser mi interlocutor en potencia. Mira que a mí tampoco me alegra mucho que tengas que ser tú al que me vaya a explicar. ¿Crees que no me lastima el hecho de que taches mis chistes de ser malos? Y yo que le echo todas las ganas al contarlos, de intentar hacerte reír. Y no me sale, que no me salga es bastante triste. El hecho de que no te pueda hacer reír a ti no significa que no pueda hacer reír a otras personas. 

Tú con tantas similitudes que guardas conmigo estás aquí enfrente. Imitándome como lo haces siempre. Burlándote, convirtiendo mis muecas de molestia en muecas de burla, en sonrisas burlonas. 
¿Por qué te lo platico siempre a ti?, ¿por qué es que te veo a ti siempre que tengo que soltar algo que me acongoja?

El espejo está empañado, lo limpia con la toalla mientras dispersa la espuma para rasurar por su rostro. Hace tiempo no escucha el radio, desde que le trajo aquellos recuerdos noventeros de la chica a la que no buscó a tiempo, únicamente cuando ya era demasiado tarde. Pero esa es otra historia.
Hoy está discutiendo, peleándose y atacándose a sí mismo, a aquel del reflejo, se ataca porque la vida no le da las cosas como él las espera.

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