28.6.13

Tormenta


El cielo se está cerrando, la capa de nubes parece bajar cada vez más. Parece estar cada vez más cerca de él. Si se fuera exagerado, se podría decir que uno puede alargar el brazo para acariciar esos algodones grisáceos que se desplazan por encima de uno. Mientras más mira las nubes más bajas  parecen. Estira el brazo intentando acariciarlas, se sienten ásperas como lijas y no suaves como algodón. 
El viaje sigue, de forma irregular se percibe un vaivén provocado por el camino. No se sabe cuánto falta para llegar, y eso en el momento no tiene importancia. 
Una gran cantidad de libros con portadas vistosas y llamativas están repartidos sobre la banca, todos ellos los compró en algún momento. Todos en su momento le llamaron la atención. Todos le siguen llamando de alguna forma la atención. Todos todavía no han sido leídos...
El viento sopla cada vez más fuerte. La brisa imperceptible dio paso a rachas agresivas de viento que sacuden los árboles de un lado a otro. Ahora no se puede escapar a esa oscuridad que realmente aún no la es. Cuando el sol está aún por encima de las cabezas, pero tiene que buscarse camino entre una gran capa de nubes, cosa que no consigue y por lo tanto transforma el día en un día sombrío. A media luz, el ánimo a media vela, el vaso medio vacío.   
El vaivén se torna más agresivo para después de algunos momentos volverse a calmar.

Se escucha un golpe que lo exalta, proviene del cristal. Le siguen más y más, con cada segundo que pasa se escuchan más golpes hasta alcanzar un martilleo rápido y agresivo. Las gotas se destrozan al estrellarse contra el cristal. Parecen balas líquidas que tienen el fin de alcanzarlo y destrozarlo. Únicamente el cristal lo salva. Las capa de nubes está cada vez más baja. La oscuridad gana fuerza y se abre camino. El horizonte ya no llega tan lejos. La vista alcanza cada vez menos. El suelo se sacude agresivamente. Quedó cegado un par de minutos. En lo que queda de horizonte se vio un relámpago cuyo trueno aún no llega, ni llegará pero de eso no se da cuenta. 

A lo lejos suena un teléfono pero no lo escucha. No puede dejar de mirar esa oscuridad que se expande y que lo quiere alcanzar. Comienza a sentir pánico. El cielo lo está encerrando. La lluvia arrecia. Intenta calmarse, con tal de distraerse toma uno de los libros de la banca. Lo abre y no puede leer. Observa las letras mas no les puede hallar significado alguno. Se desespera, intenta levantarse pero le cuesta. Utiliza toda la fuerza de sus piernas para intentar levantarse de un salto. Despierta.

Respira agitadamente, observa a su alrededor. Sigue viajando en el autobús, la calle está por tramos descuidada. Mira su teléfono, tiene una llamada perdida. Observa lo que se le ofrece afuera de la ventana. Vacas pastan en el campo, disfrutando los rayos del sol. Lleva únicamente una playera puesta sobre el torso, hace calor. Suspira. Después de todo va a la playa, a la costa a pasar unos días. 
Con una tormenta en su interior.

5.6.13

Con la casa a cuestas


El señor lleva la casa a cuestas, la única forma de mantenerla segura es llevarla a todos lados. También es la única forma de él mantenerse seguro. A pesar de ser alguien tan precavido es alguien que se toma su tiempo, que disfruta el camino y el andar. Por poco que ande, anda todo el día de camino. Cualquier sombra amenazante lo hará retroceder. Se refugiará en su casa a cuestas y después de mucho andar, hará una pausa para descansar y comer algo. Aquí lo vemos degustando un platillo popular entre los suyos. Después continuó su camino llegando a su destino, o probablemente no. No sé sabe, fue la última vez que se le vio. Si él no, su descendencia sigue con esa tradición, llevar la casa a todos lados y no parar de andar por más lento que se vaya.