22.10.10

El narrador no-confiable

Me cansa el andar hablando al respecto, andar platicando de lo que le pasó a fulano o perengano. Sí, les voy a contar su historia, lo emocionante que fue su paso por este mundo. Cada que me invento una historia es una nueva vida la que se crea, con familia, sueños y miedos. Pero de una vez se los advierto: el tipo se muere, al final va a morir y será algo trágico, injusto e infame. Así que ni se vayan a encariñar con José Luis, diré que se llama así, porque al final tendrá una cruel muerte. Dejará hijos sin un padre y a una viuda, de una vez se los advierto, ya saben a lo que se atienen.
Bueno, pues ahí les va:
Hace algún tiempo en un lugar no muy alejado de donde hoy nos encontramos.....no, no, no. Así no va a resultar, déjenme comenzar de nuevo.

Hace unos cuantos años lo conocí personalmente, después de mucho tiempo de conocerlo de vista. Desde la juventud había escuchado de él, ya era una leyenda en la colonia. Fuimos a la misma escuela, sólo que él iba un par de cursos más arriba que yo. Qué digo un par, bastantes cursos más arriba que yo. Habrán sido uno o dos años los que estuvimos juntos en el plantel, de ahí él terminó. Era buena persona, a diferencia de todos esos malandrines que se aprovechan de los menores, él nunca fue abusivo. Recuerdo que él era uno de los mayores a los que no había que temerles. Eso fue en la escuela.
Después de esos tiempos en común que los niños de una misma colonia comparten, con la adolescencia todo el círculo se empieza a fragmentar, uno se deja de llevar con ciertas personas para empezar a convivir con otras. Uno deja de ser el gordito del grupo para volverse un buen jugador de basquetbol o al revés, de ser el niño más atlético de la escuela a uno con diecisiete años se le empieza a botar la panza, todo esto influenciado por el consumo vespertino de cerveza.
Mi círculo de amistades se me hizo de un momento a otro demasiado angosto. Seguía siendo el mismo de antes, pero me parecía ya demasiado monótono, de ahí que empezara a buscar otras amistades. Para ese tiempo José Luis ya tenía una muy buena reputación, era uno de los que sin tener que amenazar se ganaba respeto. Ya tenía una buena idea de lo que era administrar dinero y manejarlo de tal forma para que éste se multiplicara. Por lo tanto, con el tiempo también había tenido que aprender a diferenciar a los amigos de los amigos. Perdón, quise decir a los amigos de los 'amigos'...

No, lo siento, así no va a resultar, me estoy desviando demasiado. ¿Qué tanto interesa lo de la infancia y cómo me haya ido supuestamente a mí en la escuela? Son muchos rodeos, pero bueno, en fin, continuaré:

La ceniza del cigarro iluminaba su boca y nariz, delante de esas persianas cerradas estaba sentado en un sillón viejo de madera que rechinaba a cada movimiento que él hacía. Sólo lograba identificar su silueta, su sombrero puesto y la gabardina colgada sobre el perchero. La luz del pasillo entraba por la ventana de la puerta y aventaba una sombra -“oñiverT siuL ésoJ PI”- sobre el muro repleto de recortes de periódico. Su escritorio lleno de carpetas, sobres y papeles y justo delante de él un cenicero de jade serpentino.
– ¿Qué quiere? – preguntó exhalando el humo de su delicado.
– Nada en especial señor, simplemente necesito de su ayuda.
Después de oír esto se soltó a reír, su risa era sonora y ronca, como su voz, la voz de un fumador que con ayuda del tabaco se hace cada vez más hosca. Se levantó, fue a un archivero, se le vio la espalda únicamente. Pantalones de vestir, camisa blanca con rayas azules, tirantes grises. Abrió un cajón y sacó una botella de scotch.
– ¿Sabe usted cuantos mequetrefes piden mi ayuda? – dijo mientras se servía en un vaso. – A mí los clientes me sobran, usted no se ve que tenga mucho dinero. ¿Cuánto me pagaría? Poco, eso lo puedo ver desde aquí. – bebió sonriendo burlonamente. – Pero bueno, le daré una oportunidad, dígame ¿por qué habría de ayudarle yo –señalándose– a usted? – con un movimiento de cabeza despectivo en dirección de su interlocutor.
– Verá usted señor Treviño.
Don José Luis Treviño por favor.
– Don José Luis Treviño, yo a usted lo conozco desde joven, por lo menos de vista. Usted y yo venimos del mismo barrio.
– ¿Usted también creció en hell's kitchen?
– Así es don José Luis.
Después de escuchar esto último José Luis Treviño sacó un revolver del cajón de su escritorio.
– Pues eso está muy mal – dijo exhalando humo y antes de darle un trago a su whisky – porque sabrá usted –remojándose los labios con la lengua – yo no dejé ningún amigo, no dejé nada ni nadie en ese maldito barrio.– martilló el arma y con toda la sangre fría le apuntó a su interlocutor...

No, no, no. Así no se suponía que tenía que comportarse el José Luis. Perdón, les pido una disculpa. Aparte si resulta que es nativo de Nueva York, ¿cómo va a estar fumando delicados? No sé qué me pasa hoy, no ando fino. A ver, me voy a concentrar, un último intento:

Al entrar a su casa ya tenía una corazonada de que algo andaba mal, el trabajo, su hogar, su vida marital cada vez lo marchitaban más. En él había una voz que le gritaba “¡Sálvate!”, “¡Por el amor de Dios vuelve a ser feliz!” Sin embargo en él seguía ardiendo esa fogosa pasión por María Fernanda, su esposa, su amor universitario. Dicen que el verdadero amor no es para disfrutarse, es para sufrir, y esto era el caso en el romántico de José Luis. José Luis y María Fernanda vivían maravillosas treguas de apasionada entrega carnal y de amor enardecido en medio de coléricas batallas de celos y ofensas infames. Sin embargo, hacía tiempo ya que se había presentado la última de esas hermosas treguas. Ese día regresando a casa entró súbitamente a la sala de estar, únicamente para encontrar a su vecino Reinaldo encima de María Fernanda, mientras ella lo aprisionaba a sus caderas con sus bronceados y tersos muslos. José Luis dejó caer el delicado de entre sus dedos y salió a la cochera decidido a, de una vez por todas, quitarse la vida....

No puede ser. ¡Qué vergüenza! Es muy muy vergonzoso, no, esto es algo inaceptable, disculpen ustedes, quería contarles una historia y resulta ser algo patético. Diré que el tal José Luis, que al parecer llevaba varias vidas, se fue de la cochera decidido a empezar una nueva vida en una ciudad de talla mundial, ustedes decídanse por una, me da igual, se divorció de María Fernanda y no le dió ni un quinto.
Ah, es verdad, había dicho que al final de la historia moría, pues sí, diré que aunque murió a los 76 años de una insuficiencia cardiaca, esa tarde al irse de su casa su corazón ya estaba muerto.
¡Qué cursi, me van a dar náuseas! Pero creo que acabé la maldita historia. Una vez más, disculpen ustedes esta deficiente narración, hoy no sé que me pasa.

10.10.10

10.10.10 La profecía

Diez diez diez, es la profecía hecha realidad. Los números no se volverán a repetir hasta dentro de cien años, contándolos desde ahora. Da escalofríos ¿verdad? Hay muchas personas a las que no les gustaría que la gente se entere de la verdad detrás de esta fecha. Y harán todo para evitar que la gente se entere de esta verdad. Es más, al comunicárselo me estoy poniendo en peligro, estoy arriesgando mi vida. Pero no importa, la gente me lo agradecerá, pasaré a la historia como el que le destapó los ojos al mundo y lo sacó de su engaño. ¿No lo cree? Mire a su alrededor, estamos al borde del caos, del precipicio. Tanta pobreza, tanta miseria, tanto pecado.
Señor, señora ¡no hay más ciego que el que no quiere ver! ¡Mire, le suplico mire a su alrededor! Ya no hay valores en esta sociedad, los poderosos nos tienen adiestrados, desde hace siglos la cúpula del poder nos tiene esclavizados y nos ordeña toda nuestra energía. ¡Sí, así es, aunque usted no lo crea joven! Nosotros alimentamos a los poderosos con nuestra energía, yo, usted, su noviecita. ¡Hasta le roban la energía a nuestros hijos! Hágame usted el favor, estos señores no respetan nada, ni a los pequeñitos. Que ellos pues qué culpa tienen ¿verdad? ¿ellos qué saben? Si ellos son el futuro, son la inocencia en persona y estos desdichados, por no decirles cosas peores ¿verdad?, estos desdichados se aprovechan de la inocencia pura de los pequeñines. Por ejemplo esta niñita aquí enfrente mío, mírenla, inocente, comiendo la nieve de limón que le compraron sus padres, sus padres que trabajan tan duro para que su hija sea feliz y los que están escondidos en las mansiones, en los edificios tan altos y modernos se aprovechan de ellos. ¡Y no solo de ellos, sino de todos nosotros! ¿Sabían ustedes que no es que no haya comida sino que está mal repartida? La comida en este planeta sobra señores, entonces, me preguntó yo ¿por qué hay tanta gente que pasa hambre? Porque a esos señores sentados en sus sillones enormes con su traje de marca les conviene mantenernos en la miseria. ¿Sabían ustedes que la mitad del sueldo de nuestro trabajo va a parar a los bolsillos de esos tales por cuales? ¿No lo cree señora? Pues créalo, estudios de universidades de gran renombre lo demuestran. Ahora, yo sé, han de estar pensando “si lo que este señor dice es cierto, entonces por qué no me he enterado. Si yo soy una persona culta, informada, que lee los periódicos y ve las noticias.” Pues por una muy sencilla razón, señor, señora, porque eso nunca va a aparecer en las noticias ni en los periódicos, no les conviene a esos señores que ustedes y yo nos enteremos de la verdad. Es por eso que en este momento mi vida está en peligro, es por eso que yo sé que nos están observando. Ustedes no tienen de que preocuparse, me andan buscando a mí y ¿saben ustedes por qué andan detrás mío? ¿Lo sabe usted joven? ¿No, no lo sabe? ¿Usted señora? Tampoco. Pues por una muy sencilla razón, porque yo conozco la verdad y lo más importante, conozco la solución a nuestro problema.

Yo viví mucho tiempo en la selva y en el desierto, aprendí de los sabios, me costó encontrarlos, pero los encontré y les convencí de que me enseñaran su sabiduría y tanto los sabios huicholes como los mayas dicen: “diez diez diez es la puerta a una nueva era, a una nueva época”. Así es señora, tiene usted razón para alegrarse, todos tenemos hoy una razón para alegrarnos, el día de hoy es la puerta a una mejor vida, a un mejor futuro. A partir de hoy ya no nos van a poder mangonear. Esos poderosos van a perder el poder que tienen, toda la energía va a ser únicamente nuestra.
Perdón, ¿cómo dice señora? ¿el dos mil doce? Sí, sí. Muy buena pregunta señora, de lo que ya muchos hablan desde hace años, que el dos mil doce es el fin del mundo. Muchos están convencidos de ello, mucho se ha hablado y escrito al respecto, a todos ellos que lo creen yo les digo: ¡No es cierto! ¡Eso no va a pasar! Yo estudié con los chamanes de la selva lacandona y de la sierra tarahumara y todos dicen que eso es mentira. El mundo aún no se va a acabar. Lo que si es cierto es que ese año va a haber un cambio en este mundo. Un cambio para bien o para mal, eso lo decidirá cada quien para si mismo. Pero con la profecía del diez diez diez podemos adelantar ese cambio, el día de hoy podemos cruzar ese umbral que cambiará toda nuestra vida, tanto en lo económico, como en el amor y en la salud. A los que no me creen les digo, no se sorprendan si a partir del día de mañana a su vecino le va mejor que a usted, si encuentra el amor, le va bien con el dinero y es feliz.
¡Él se atrevió a cruzar el umbral y usted no!
Ahora ustedes se preguntarán “todo esto se escucha muy bien y quiero cruzar el umbral hoy ¿cómo lo hago?” Pues es muy sencillo, yo seré su guía, necesitaré su nombre y el de sus seres queridos escrito por su puño y letra en una hoja de papel blanco doblada en cuatro, mas la módica suma de cincuenta pesitos por persona. No vayan a creer que les quiero sacar provecho, se trata únicamente de que tengo que comprar tres rosas blancas, incienso de anís y un cirio por persona. Con estos materiales, se los pueden ir dando a mi asistenta por favor, me voy a encontrar con un grupo de brujos con los cuales llevaremos a cabo la ceremonia de transición para todos ustedes. Entonces no lo piense más, el día para vivir mejor y ser feliz ha llegado. No nos dejaremos mangonear más por los poderosos. Gracias, gracias señito, gracias joven, gracias. Mañana cuando nos veamos de nuevo, seremos mejores personas, aprovechemos el poder que nos da la profecía del diez diez diez.