29.1.10

Destierro

Soy un desterrado. Ni soy de aquí ni soy de allá. Ni estando aquí sé si soy de los de acá o de los de ahí. Los de acá que se construyen un mundo alterno, que se niegan a sí mismos, construyen su mundo sintético y superfluo. Un baile de máscaras sin mayor fin de ver quién está más arriba de los demás en una jerarquía de poder superfluo y pasajero.


Los de ahí que, partiendo de esta jerarquía mencionada, no tienen nada y sin embargo tienen tanto: la alegría de saber que estando con tantas carencias es más probable que haya una cambio para bien. Los que sin esas pretensiones y sin esa máscara valoran lo que oyen ven y sienten, como la cálida brisa después de una dura jornada.

Los unos tienen los malls, los otros tienen la sierra.

Los de allá, los de allá que hablan un lenguaje extraño y se ven distinto que en este momento me parecen tan distintos, distantes y lejanos y por lo mismo no quiero verter comentario alguno sobre ellos, estos lejanos de por allá, allá donde termina el agua. Y donde se encuentra lo que desde hace años llamo hogar.

15.1.10

La leyenda

Dicen que el demonio vive en la selva. Disfrazado de serpiente y de alacrán. Cobijado por el follaje muerto. Acechando de manera ininterrumpida a cualquier criatura despistada. ¿Por qué? Me he creído los cuentos, las historias. ¿Por qué justamente en este momento? Las hojas crujen debajo de cada una de mis pisadas. Me siento como en la infancia, tapándome la cara con la cobija de mi lecho con tal de no ver a los posibles fantasmas, si es que me habrían de visitar. Pero era mi lecho en ese entonces, mi territorio, mi guarida. Aquí yo estoy en su guarida. Es más que eso, estoy en su campo de juego. El lugar en el que practica su juego cruel, de acechar, acorralar a sus víctimas hasta llevarlas a la demencia, antes de deglutirlas.

No hay ningún descampado cerca, la humedad entra por cada uno de mis poros, el calor asfixiante no me deja respirar, y aún así sudo frío. Mi cuerpo se empieza a congelar. Me parece necesario tomar sol para calentar mi sangre. ¿Dónde me puedo resguardar? ¿Dónde me puedo calentar? Tengo que atravesar un charco, lo único que me faltaba. Lo cruzo lo más rápido que puedo, el agua moja mis escamas. Me da un hambre feroz, un hambre que crece mientras más me arrastro. Veo mi reflejo en el agua y al sacar la lengua me doy cuenta: “Yo soy el demonio.” Un peso cae de mis hombros, se me infla el pecho de orgullo mientras pienso:

“Témanme, escóndanse lo mejor que puedan, es más ni intenten cruzar por aquí que tengo un hambre feroz y mientras más he de comerlos, más me ha de dar hambre. Escapen mientras pueden, escapen lo más rápido que puedan porque yo no he de mostrarles piedad. La piedad no es conocida por mí, el demonio de esta selva.”



“¡Juan ven rápido! ¡Ya lo encontré, se lo chingó una boa, se lo está comiendo al turistita! Trae el machete para darle en la madre.

Y tú que lo espantaste con la leyenda, me cae que se lo diste a la selva en bandeja de plata.”

10.1.10

Origen

¿Qué escribiré? ¿tengo algo que decir? ¿algo que contar? ¿O no soy más que alguien que quiere recibir un poco de atención escribiendo sus miedos y esperanzas? Puede que así lo sea. Todos queremos dejar una huella, deseamos ser recordados por algo y ahora tenemos la ventaja de que lo podemos hacer resguardándonos detrás de una pantalla. Eso es lo que pienso hacer. Lanzar una botella al mar y esperar que alguien la reciba.

Esta es mi botella.