23.11.12

La vida sigue su curso


Vives una ilusión, no es la primera vez que sucede. ¿Recuerdas cuando las voces en tu interior deseaban, clamaban, exigían la muerte de amor? ¿Otra vez tienes que hacerlo? Lleno de cinismo tendrás que llamarlo. Ofrecerle una carnada para que lo puedas emboscar. Una vez emboscado tendrás que destruirlo, matarlo, terminar con él. No habrá de ser difícil, él es dócil –lo sabes– ingenuo, de buen corazón. Ofrécele la mano mientras escondas la daga en la otra. 
Muere amor.
No es lo más sencillo, ni lo más sano quizás. Uno habla de dientes para fuera que una amistad habrá de perdurar. Una amistad especial, porque de ella surgió un cariño o un deseo. O una amistad especial porque ella surgió de la lujuria y del deseo.
Palabras más, palabras menos la verdad es que una parte de la que cuesta recuperarse es del maldito sentimiento de propiedad. La estupidez de que uno piense que una persona es de uno, que su cuerpo y mente le corresponden, que solamente a uno le corresponderá de ahora en adelante el mostrarle señales de cariño. Y, sí, digamos las cosas como son, uno cree que será el único con el que esa persona de ahora en adelante se habrá de aparear.
¿Mal término? Si al final de cuentas todos somos animales, y eso es lo que los animales hacen, aparearse.
Algunos le dan más peso a ese aspecto que a otros. El hecho es que uno se siente con ciertos derechos sobre la otra persona porque se le conoce a fondo. Eso es lo que pensamos, y sí, en muchas ocasiones será así, uno conoce a esa persona en sus malos y en sus buenos momentos. Uno conoce ese lunar secreto y esos defectos cautivadores. Algunos idealistas labran un pedestal en el que habrá de acomodarse a esa persona, la idolatrada, la idealizada. La realidad derrumba esa construcción. En algún momento se habrá de venir abajo. Lo ideal no existe, es lo que los jóvenes más pronto pierden: los ideales.
Lo ideal sería si hubiera y existiera, mas el hubiera no existe, solo es una construcción hipotética para hablar de lo que hubiera (y me repito) sido lo mejor cuando ya es demasiado tarde. Lo ideal sería caminar bajo la lluvia, lo ideal hubiera sido diluir con ella el llanto. Pero es demasiado tarde.
Habría que aceptar las decisiones de los demás, en especial las de esa persona especial, que con el tiempo dejará de ser especial. Habría que se convierte en habrá que para pasar a ser un hube que aceptar su decisión y por eso me alejé.
La vida sigue su curso y los aspectos cautivadores de esa persona cautivarán a alguien más. 
En ocasiones uno se hace a un lado, en parte, hasta que se es cambiado. Ese es un dolor mayor que el de alejarse de esa persona. Uno pierde sus privilegios de estar al lado de aquella persona, de la atención, compañia y calor de esa persona.
Sin embargo lo que más duele es que esos derechos le serán entregados a alguien más, más temprano que tarde. La vida sigue su curso. 
Uno deja de ser único, especial y pasará a ser uno del montón.
Uno se siente cambiado, uno se sentirá desamparado.
En parte uno encaminó eso al hacerse a un lado, pero ¿quién entiende de razones al sentir el vacío en el estómago que le precede al llanto?
Uno se retrae. Poco después uno se esconderá en los oscuros callejones de su ser, esperando, siguiendo, preparándose para emboscar y matar al desdichado amor.
Uno lleva a cabo entonces un acto de auto-mutilación, porque se mata una parte del propio ser, se destruye aquello abstracto que llamamos sentimientos.
Preferible cauterizar a dejar una herida abierta.
No se puede juzgar, y menos cuando uno fue el que dio el primer paso.
Uno habrá que aceptarlo y mantener la frente en alto, aunque para eso sea necesario matar al amor y desechar, por lo menos de momento, lo que vendría a ser una hipócrita amistad. 
Uno mirará hacia delante, aunque eso conlleve a cambiar de dirección. 
La vida sigue su curso.